en que despierta perezosa el alba,
él vierte trinos, de alborozo llenos,
como la aurora lágrimas.
Yo aplaudo al ruiseñor al medio día
porque, de árbol en árbol cuando salta,
quema, creyente, en el latar de Febo
no incienso, alas.
Yo aplaudo al ruiseñor cuando a la tarde
-su novia- ofrece quejumbrosa cántiga,
y le aplaudo también cuando a la noche
entona una plegaria...
Mas si aleevoso huésped, por codicia,
del recinto selvático le arranca
para dejarle prisionero aladao
dentro de la odiosa jaula:
El pobre ruiseñor cierra su pico,
enfermo pliega las oscuras alas,
y rompe no pudiendo sus caderas muere de rabia...
Entonces; ¡oh! , no sólo del aplauso
agito yo las palmas,
sino que, noble, sin igual y altivo,
doy forma a esta pregunta temeraria:
-¿Por qué los pueblos aherrojo el tirano
también no aprenden a morir de rabia? -
Autor: Francisco Gonzalo Marín
Nació en Puerto Rico
Muere en Cuba
Nació en Puerto Rico
Muere en Cuba
1 comentario:
Tiene varios errores.
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